Claude Lévi-Strauss – Sociedades mecánicas y termodinámicas

Hace unos treinta años, ilustré la diferencia entre las sociedades llamadas “primitivas” y las nuestras mediante una imagen que suscitó muchas criticas, aunque creo que fue así porque se entendió mal. Propuse comprar las sociedades con máquinas de las que sabemos que hay dos tipos: las máquinas mecánicas y las máquinas termodinámicas.

Las primeras utilizan la energía que se les ha suministrado en un principio, Si fueron perfectamente construidas, sin que se produzcan en ellas fricciones y calentamientos, en teoría podrían funcionar indefinidamente. Por el contrario, las máquinas termodinámicas, por ejemplo la máquina de vapor, funcionan sobre una diferencia de temperatura entre la caldera y el condensador; producen más trabajo que las otras, pero al mismo tiempo consumen su energía y la destruyen progresivamente.

Dije entonces que las sociedades que estudian los antropólogos, comparadas con nuestras sociedades modernas, más grandes y complicadas, son un poco como sociedades “frías” en relación con sociedades “calientes”: relojes comparados con máquinas de vapor. Son sociedades que producen poco desorden -los físicos dirían “entropía”- y que tienden a mantenerse indefinidamente en su estado inicial (o lo que ellas imaginan que es su estado inicial); lo cual explica que, vistas desde fuera, parezcan no tener historia.

Nuestras sociedades no solamente consumen un gran número de máquinas termodinámicas; desde el punto de vista de su estructura interna, parecen máquinas de vapor. Es preciso que existan en ellas antagonismos comparables al que se observa en una máquina de vapor, entre la fuente de calor y el órgano de enfriamiento. Nuestras sociedades funcionan sobre una diferencia potencial: la jerarquía social que, a través de la historia, ha adoptado los nombres de “esclavitud”, “servidumbre”, “división de clases”, etcétera. Estas sociedades crean y mantienen en su seno desequilibrios que utilizan para producir a la vez mucho más orden -la civilización industrial-, pero, en el plano de las relaciones entre las personas, mucha más entropía.

Las sociedades que estudian los antropólogos pueden, por tanto, ser consideradas como sistemas de entropía débil, que funcionan cerca del cero absoluto de temperatura histórica. Eso es lo que expresamos cuando decimos que esas sociedades no tienen historia. Las sociedades “con historia”, como las nuestras conocen diferencias más grandes entre sus temperaturas internas, diferencias que son debidas a las desigualdades económicas y sociales.

Una sociedad es a la vez una máquina y el trabajo que alimenta esa máquina. Como máquina de vapor, fabrica entropía; como motor, fabrica orden. Estos dos aspectos -orden y desorden- corresponden a las dos maneras de considerar una civilización: por una parte, la cultura; por otra, la sociedad. La cultura consiste en el conjunto de relaciones que los hombres de una civilización determinada mantienen con el mundo; la sociedad consiste más particularmente en las relaciones que esos mismos hombres mantienen unos con otros. La cultura fabrica orden. En cambio, nuestras sociedades fabrican mucha entropía. Disipan sus fuerzas y se agotan en los conflictos sociales, las luchas políticas y las tensiones psíquicas que suscitan en los individuos.

(…)

Esos que llamamos «primitivos» o pueblos sin historia fabrican poco orden mediante su cultura; por este motivo los calificamos como «pueblos subdesarrollados». En cambio, fabrican muy poca entropía en su sociedad. En suma, estas sociedades son igualitarias. Por el contrario, los civilizados o supuestamente tales fabricamos mucho orden, como lo muestra el maquinismo y las innumerables aplicaciones de la ciencia, pero fabricamos también mucha entropía.

El ideal estaría, sin duda, en una tercera vía: la que llevaría a fabricar siempre más orden en una cultura sin que hubiera que pagarlo con un aumento de entropía en la sociedad. En otras palabras, como precognizaba el conde de Saint-Simon en Francia a principios del siglo XIX, saber pasar «del gobierno de los hombres a la administración de las cosas.»

Claude Lévi-Strauss – La antropología ante los problemas del mundo moderno.

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