Traducción: The new elite’s phoney crusade to save the world without changing anithing

La falsa cruzada de las nuevas élites para salvar al mundo (sin que nada cambie)

Los titanes de la tecnología y las finanzas de hoy quieres solucionar los problemas del mundo, siempre que las soluciones no amenacen jamás su riqueza y poder.

Por Anand Giridharadas
Martes 22 de enero de 2019

The Guardian

Una sociedad exitosa es una máquina de progreso: toma el material bruto de la innovación y produce un amplio avance humano. Pero la máquina de los Estados Unidos está rota y puede decirse lo mismo de otros países a lo largo del mundo. Y ahora, mucha de la gente que rompió la máquina del progreso está intentando vendernos sus servicios como mecánico.

Cuando los frutos del cambio cayeron en los Estados Unidos en las décadas recientes, los más afortunados los recogieron casi todos. Por ejemplo, el promedio de ingresos antes de impuestos del 10% más rico de los estadounidenses se ha multiplicado por dos desde 1980, los del 1% más rico se han más que triplicado, y los del 0,001% se han multiplicado por más de siete -mientras que el promedio de ingresos antes de impuestos de la mitad inferior de los americanos se ha mantenido casi igual. Estas cifras familiares corresponden a tres décadas y media de cambios sorprendentes sin ningún impacto sobre el salario medio de 117 millones de estadounidenses. En términos generales, en el mismo periodo, según el Informe Global de Desigualdad, el 1% adquirió el 27% de los nuevos ingresos, mientras que la mitad inferior de la humanidad -actualmente más de 3 mil millones de personas- sólo accedieron al 12% del mismo.

La inmensa mayoría de estadounidenses y de otros occidentales apenas se han beneficiado en este tiempo, y no es por falta de innovación, sino por acuerdos sociales que han fracaso a la hora de traducir nuevos productos en mejores vidas. Por ejemplo, los científicos norteamericanos han hecho grandes descubrimientos en medicina y genética y publicado más investigaciones biomédicas que en cualquier otro país, pero la salud del norteamericano medio sigue siendo peor y mejora a una velocidad más lenta que sus homólogos en otros países ricos e, incluso en algunos años, su esperanza de vida se ha reducido. Los inventores estadounidenses han creado nuevas formas asombrosas de aprender gracias al poder del vídeo y de internet, muchos de ellos sin costes, pero el estudiante universitario medio de los estados unidos puntúa peor en lectura hoy que en 1992. El país ha tenido un “renacimiento culinario” tal y como ha reseñado una publicación, en el mercado de agricultores y en las tiendas de alimentos integrales, pero ha fracasado en mejorar la nutrición de mucha gente, con el aumento de la incidencia de la obesidad y otras dolencias relacionadas.

Las herramientas para convertirse en un emprendedor parecen más accesibles que nunca para los estudiantes que aprender a programar online o para los conductores de Uber, pero el porcentaje de jóvenes propietarios de un negocio ha caído en dos tercios desde 1980. Estados Unidos ha traído al mundo tanto a una superlibrería online como Amazon y a Google, que ha escaneado más de 25 millones de libros de uso público; pero el analfabetismo se mantiene obstinadamente en los mismos niveles y la fracción de norteamericanos que leer al menos un libro al año ha caído casi un cuarto en las últimas décadas. El gobierno tiene más datos a su disposición y más formas de hablar y escuchar a sus ciudadanos, pero solo un cuarto lo encuentra tan confiable como lo era en la tempestuosa década de 1960.

Mientras tanto, la oportunidad de prosperar se ha transformado desde ser una realidad compartida a ser un prerequisito de estar ya por delante. Entre los norteamericanos nacidos en 1940, los criados en lo más alto de la clase media alta y en lo más bajo de la clase media baja compartían aproximadamente el 90% de las posibilidades de realizar el así llamado “sueño americano” de terminar en una posición mejor que la de sus padres. Entre los norteamericanos nacidos en 1984 y que están madurando hacia la edad adulta hoy, la nueva realidad es una pantalla partida. Los nacidos cerca del máximo de ingresos tienen ahora el 70% de posibilidades de alcanzar el sueño. Mientras tanto, aquellos cerca del mínimo, que más necesitan mejorar su posición, tienen un 35% de posibilidades de ascender respecto a la posición de sus progenitores. Los afortunados no sólo monopolizan el progreso y el dinero: el hombre blanco americano tiende a vivir más que el común de los ciudadanos de cualquier otro país. Ahora vive 15 años más que los norteamericanos pobres, que viven tanto como sus homólogos de Sudan o Pakistán.

Así, muchos millones de norteamericanos, del este y del oeste, sienten una cosa en común: que el juego está amañado en contra de la gente como ellos. Quizá es por eso por lo que escuchamos una condena constante del “sistema” pero es que la gente espera que el sistema convierta innovaciones fortuitas en progreso social. En lugar de ello, el sistema -en Estados Unidos y en gran parte del mundo- ha sido organizado para succionar los beneficios de la innovación hacia arriba, razón por la que las fortunas de los billonarios del mundo ahora crecer más del doble del ritmo a lo que lo hacen las de cualquier otra persona, y por lo que el 10% de la humanidad a llegado a tener el 85% de la riqueza planetaria. Nuevos datos publicados esta semana por Oxfam muestran que los 2200 billonarios fueron un 12% más ricos en 2018 mientras la mitad más pobre de la humanidad se volvió un 11% más pobre. No es de extrañar que, con estos datos, los electores en estados Unidos (y en cualquier lugar) parezcan ser más resentidos y suspicaces en los últimos años, abrazando movimientos populistas de izquierda y de derecha, poniendo al socialismo y al nacionalismo en el centro de la vida política de una forma que parecía impensable hasta hace poco, y sucumbiendo a todas las formas de teorías de la conspiración y noticias falsas. Hay una creciente reconocimiento, en ambos lados de la división ideológica, de que el sistema está roto, de que tiene que cambiar.

Algunas élites que se enfrentan a esta ira creciente se han estado escondiendo detrás de muros y puertas y en grandes propiedades solo para emerger y tratar de aprovechar para ganar aún más poder político para protegerse frente a la multitud (podemos veros, hermanos Koch). Pero en los últimos años, muchos norteamericanos afortunados también han intentado algo diferente, algo a la vez honorable y egoísta: han tratado de ayudar apropiándose del problema. A nuestro alrededor, los ganadores en nuevo status quo crecientemente desigual se declaran partisanos del cambio. Conocen el problema y quieren ser parte de la solución. De hecho, quieren liderar la búsqueda de soluciones. Piensan que sus soluciones merecen ser la vanguardia del cambio social. Puede que se unan o apoyen movimientos que tratan de arreglar aspectos de la sociedad iniciados por gente corriente. Mas frecuentemente, sin embargo, estas élites lanzan iniciativas por su propia cuenta, tomando el cambio social como si fuera un nuevo mérito que almacenar en su portfolio o para acometer una reestructuración empresarial. Dado que están al cargo de esos intentos de cambio social, reflejan naturalmente sus prejuicios.

Para la mayor parte, estas iniciativas no son democráticas, y tampoco reflejan una solución colectiva de los problemas o una solución universal. En su lugar, son favorables al uso del sector privado y ramificaciones caritativas, a la visión de mercado sobre todas las cosas y a eludir el papel de los gobiernos. Reflejan una visión muy influenciada de que los ganadores de un status quo injusto -y de que las herramientas, mentalidades y valores que les ayudaron a ganar- son el secreto para remediar las injusticias. Los que tienen riesgos de convertirse en resentidos en una era de desigualdad son reconvertidos en nuestros salvadores. Financieros de mentalidad social de Goldman Sachs persiguen un cambio a través de iniciativas “ganar-ganar” como los “bonos verdes” o las “inversiones de impacto”. Las compañías tecnológicas como Uber o Airbnb se presentan como empoderadoras de los pobres al permitirles ser el chófer de otro o alquilar habitaciones vacías. Consultores de gerencia y cerebros de Wall Street intentan convencer al sector social de que son ellos quienes deben guiar sus objetivos de mayor igualdad, asumiendo posiciones de liderazgo y sillones ejecutivos.

Conferencias y festivales de ideas patrocinadas por plutócratas y grandes negocios -como el Foro Económico Mundial, que se celebrando esta semana en Davos, Suiza- acoge conferencias sobre la injusticia y la promoción de “lideres fuertes” que están deseando confinar sus pensamientos de mejorar la vida dentro del sistema en lugar de abordar los problemas. Lucrativas empresas construidas de formas cuestionables y modos temerarios se adhieren a la responsabilidad social corporativa, y algunos ricos “dan de vuelta” -a pesar del hecho de que hayan causado graves problemas sociales mientras levantaban sus fortunas. Los foros de contactos entre élites como el del Instituto Aspen o la Iniciativa Clinton Global acicalan a los ricos para que se autodesignen lideres sociales del cambio que atajen los problemas que personas como ellos han contribuido a crear o mantener.

Ha nacido una nueva raza de las así llamadas corporacionesB con mentalidad comunitaria , reflejando aun más fe en que el propio interés ilustrado es el mas seguro garante del bienestar público – en lugar de las regulaciones estatales. Una pareja de billonarios de Sillicon Valley fundaron una iniciativa para repensar el Partido Demócrata, y uno de ellos abogaba, sin un atisbo de ironía, que las metas son dar voz a los sin voz y reducir la influencia que la gente rica tiene sobre ellos.

Bill Clinton and Richard Branson en la Clinton Global Initiative en New York en 2006. Fotografía:: Tina Fineberg/AP

Este tipo de élites creen y promueven la idea de que el cambio social puede perseguirse principalmente a través del mercado libre de la acción voluntaria -y no a través de la vida pública, la ley y la reforma de las instituciones que comparte la gente- supervisado por los triunfadores del capitalismo y sus aliados, sin antagonismo a sus necesidades y de que los grandes beneficiarios del status quo deberían jugar un rol de liderazgo en las reformas.

Esto es lo que yo llamo MundoMercado -una élite poderosa en ascenso definida por los impulsos concurrentes para hacer el bien y para cambiar el mundo mientras se benefician del status quo. Consiste en personas ilustradas del mundo de los negocios y sus colaboradores del mundo de la caridad, la academia, los medios, los gobiernos y las consultorías. Tienen su propia inteligencia a quien se la llama “lideres del pensamiento”, su propio lenguaje, e incluso su propio territorio -incluyendo un cambiante archipiélago de conferencias cuyos valores son reforzados, extendidos y trasladados a la acción. Las élites del MundoMecado a menudo hablan el lenguaje de “cambiar el mundo” y de “hacer del mundo un lugar mejor” -lenguaje más típicamente asociado a las protestas en las barricadas que a los hoteles de lujo y las estaciones de sky. Pero nos quedamos con el hecho ineludible de que, a pesar de que estas élites hayan podido hacer mucho para mejorar, han seguido acumulando una parte abrumadora del progreso mientras la vida media de los norteamericanos apenas a mejorado, y mientras todas las instituciones norteamericanas, con la excepción del ejercito, adolecen de una pérdida de confianza

Una de las figuras principales de esta nueva perspectiva para cambiar e mundo es el expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton. Después abandonar el cargo en 2001, defendió, a través de su fundación y las reuniones anuales de la Iniciativa Clinton Global en Nueva york, un modo de mejora basado en la colaboración público-privada que pone juntos a actores como Goldman Sachs, la Fundaciones Rockefeller o McDonald y sus socios gubernamentales, para solucionar los grandes problemas en la forma en que lo harían los plutócratas.

Después de la erupción populista que resultó en la derrota electoral de Hillary Clinton en 2016, le pregunté al expresidente lo que pensaba sobre lo que estaba detrás de la oleada de ira pública. “El dolor y la ira en la carretera que vemos reflejada en las elecciones se ha gestado durante mucho tiempo”, dijo. Pensaba que la ira “está siendo alimentada en parte por el sentimiento de que la gente más poderosa en el gobierno, la economía y la sociedad ni les preocupa ni los menosprecia. Quieren ser parte del progreso hacia la igualdad de oportunidades, la estabilidad y la prosperidad compartidas.” Pero cuando llegó el momento de sus propuestas de solución, sonaban demasiado al modelo con l que ya estaba comprometido: “la única respuesta es construir una alianza creativa y agresiva entre todos los niveles del gobierno, el sector privado y las organizaciones no gubernamentales para hacerlo mejor.”

En otras palabras, la única respuesta es perseguir el cambio social fuera de los foros públicos tradicionales, con los representantes políticos de la humanidad como un elemento entre otros, y con las corporaciones como grandes voces patrocinadoras (o no) de las iniciativas. La ira pública, por supuesto, ha sido dirigida en parte por las élites contra las que se trató de levantar, que apostó por la teoría postpolítica de la solución de los problemas, que perdió la confianza de millones de personas, haciéndolas sentir traicionadas y descuidadas.

Los que la gente ha estado rechazando en los Estados Unidos -y en Reino nido, Hungría y otros lugares- ha sido, en su opinión, el gobierno de las élites que ha puesto la búsqueda del beneficio por encima de las necesidades de sus vecinos y conciudadanos. Han sido élites que han sido más leales consigo mismas que con sus propias comunidades; élites que a menudo han mostrado mejor interés en distantes causas humanitarias que en el dolor de las personas a 10 kilómetros al este o al oeste. Los ciudadanos frustrados piensan que no tienen poder sobre las hojas de cálculo o los powerpoint con los que la élite ha ganado poder sobre ellos – ya sea para cambiar sus horarios, automatizar su planta, o que el plan curricular de un billonario se convierta silenciosamente en la ley educativa para sus hijos. Lo que no toleran es que el mundo sean cambiado sin ellos.

Lo que deja una cuestión para todos nosotros: estamos listos para entregar nuestro futuro a las élites plutocráticas, lo que hoy parece ser una apuesta revolucionaria? ¿Estamos listos para declarar fallida la democracia participativa y para declarar estas otras formas privadas de dirigir los cambios como la nueva trayectoria a seguir? ¿es el decrépito estado del autogobierno de los estados unidos una excusa para dejarlo que se atrofie todavía más? ¿o la democracia, en la que supuestamente todos tenemos voz, es valiosa para seguir luchando por ella?

No hay duda de que la élite norteamericana de hoy puede ser la mas comprometida socialmente de la historia. Pero, a la luz de los números, también está entre las más depredadoras. Rechazando arriesgar su modo de vida, rechazando la idea de que los poderosos quizá deban sacrificarse por el bien común, se adhieren a un conjunto de acuerdos sociales que los faculta para monopolizar el progreso para dar después simbólicas sobras a los abandonados – muchos de los cuales no las necesitarían si la sociedad funcionase razonablemente bien. Es vital que intentemos entender la conexión entre la depredación de las élites y sus preocupaciones sociales, entre su ayuda extraordinaria y su extraordinario acaparamiento, entre el aprovechamiento de un status quo injusto y los intentos por repartir lo que quede de él. También es importante entender la forma en que las élites ven el mundo para que podamos valorar mejor los méritos y las limitaciones de sus campañas a favor de cambiar el mundo.

Hay muchas formas de dar sentido a las preocupaciones y depredaciones de la élite. La primera es que las élites hacen lo mejor que pueden. El mundo es como es, el sistema es el que es y sus fuerzas son tan grandes que nadie las puede resistir, y los más afortunados tratan de ayudar. Esta visión podría justificar la ayuda de la élite como una gota en el mar, pero se asegura de que al menos sea una gota. Una visión un tanto más crítica es que el cambio es bienintencionado, pero inadecuado. Trata los síntomas, no las causas radicales -no cambia los fundamentos de nuestras dolencias. Según esta visión, la élites esta eludiendo el deber de una reforma mas profunda.

Hay todavía otra perspectiva, más oscura, para juzgar lo que sucede cuando las élites se ponen a sí mismas en la vanguardia del cambio social: haciéndolo no solo impiden cambios mayores, sino que les ayuda a seguir donde están. Después de todo, quita ventaja a la ira pública al ser excluída del progreso y mejora la imagen de los ganadores. A través de medias-medidas privadas y voluntarias, desplaza soluciones públicas que podrían solucionar problemas para todos, y hacerlo con o sin la bendición de la élite. No hay duda de que la corriente del cambio social liderado por la élite hace mucho bien, alivia el dolor y salva vidas, pero deberíamos acordarnos de las palabras de Oscar Wilde que decía que esta clase de ayuda no es “una solución, sino un agravante del problema”. Hace más de un siglo, en un tiempo de revuelta como el nuestro, escribió: “como el peor de los esclavistas son aquellos que son amables con sus esclavos, evitando que el horror del sistema fuera realizado por quienes lo padecían, y entendido por quienes lo contemplaban, así, en el estado actual de las cosas en Inglaterra, las personas que haces más daño son las que intentan hacer el mayor bien”.

Los Angeles. Fotografía:: Frederic J Brown/AFP/Getty Images

La formulación de Wilde puede sonar extrema actualmente: ¿cómo podría haber algo malo en intentar hacer el bien? La respuesta podría ser: cuando lo bueno es cómplice de un mayor daño, sobretodo si es invisible. En nuestra era, el mal es la concentración de dinero y poder entre los menos, quienes cosechan de ella un monopolio sobre los beneficios del cambio. Y el hacer bienintencionado de las élites tiene no solo a dejar intocada esa concentración, sino a apuntalarla. Cuando las élites asuman el liderazgo del cambio social, serán capaces de redefinir lo que el propio cambio deba ser, de presentarlo como algo que nunca deba amenazar a los ganadores. En una era definida por la brecha entre lo que tienen poder y los que no, las élites han extendido la idea de que la gente debe ser ayudada, pero sólo en formas amigables con las técnicas del mercado que no perturben las ecuaciones fundamentales del poder. La sociedad debe cambiar de forma que no cambien el sistema económico subyacente que ha permitido ganar a los ganadores y que fomenta los problemas que pretende resolver.

La amplia fidelidad a esta ley ayuda a dar sentido a lo que observamos a nuestro alrededor: gente poderosa peleando para “cambiar el mundo” en formas que lo mantengan igual, y “devolver a la sociedad” de forma que se mantenga la indefendible distribución de influencia, recursos y herramientas. ¿Hay alguna forma mejor de hacerlo?

La Secretaría General de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), una organización sobre investigación de políticas públicas, ha comparado la postura prevaleciente de la élite con la del aristócrata Tancredo Falconeri, de la novela “el leopardo” de ficción de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: si queremos que las cosas continúen como están, deben cambiar.” Si esta visión es correcta, entonces mucha de la caridad, innovación social y el marketing de compra y dona, no serían medidas de reforma sino medidas de autoconservación y defensa -medidas que protegen a las élites de cambios más amenazadores. Entre las cosas que han sido marginadas, el líder de la OCDE señala: “crecientes desigualdades de ingresos, riqueza y oportunidades; la creciente desconexión entre finanzas y economía real; grandes divergencias en niveles de productividad entre trabajadores, compañías y regiones; dinámicas en las que los ganadores recogen la mayoría de los beneficios en muchos mercados; limitada progresividad del sistema tributario; corrupción y captura de las instituciones políticas por intereses creados; falta de transparencia y participación de los ciudadanos comunes en la toma de decisiones; la solvencia de la educación y los valores que trasmitimos a las generaciones futuras.” Las élites, escribe, han encontrado miles de formas para “cambiar cosas superficiales de forma que en la práctica nada cambie, frecuentemente con el consentimiento pasivo de los más necesitados.”

Es apropiado que una era marcada por estas tendencias pueda culminar con la elección de Donald Trump. Es, al mismo tiempo, exponente, explotador y personificación del culto al cambio social liderado por la élite. Ha pulsado, como mucho otros hicieron con éxito previamente, la tecla de que las élites han estado abogando falsamente por lo que iba a ser mejor para la mayoría de los norteamericanos. Ha explotado esa intuición espoleando la rabia frenética y dirigiéndola, no a las élites, sino a los americanos más marginados y vulnerables. Ha venido a encarnar el fraude que alimentó su triunfo y que ha explotado desde entonces. Se ha convertido, como las élites a las que atacaba, en una figura del establishment que se autoproclama falsamente como un renegado. Se ha convertido en el hombre rico y educado que se presenta como el protector más hábil de los pobres e iletrados -insistiendo, contra toda evidencia, que sus intereses nada tienen que ver con el cambio que persigue. Se ha convertido en el jefe de ventas de la teoría: generoso con los agentes plutocráticos del cambio que consideran que lo es mejor para los poderosos es también mejor para los que no lo son. Trump es la reducción al absurdo de una cultura que atribuye el reformismo del sistema a las élites que han dejado al resto morder el polvo.

Quienes votaron por Trump y quienes lo desprecian comparten -como quizá suceda con quienes apoyan o rechazan el Brexit- es una sensación de que el país requiere reformas profundas. La pregunta es si a las élites adineradas, que todavía gobiernan el gallinero de la economía y que ejercen una enorme influencia en los pasillos del poder político, se les debería permitir continuar su conquista del cambio social y de la persecución de la igualdad. La única cosa mejor que controlar el dinero y el poder en controlar los esfuerzos en cuestionar la distribución del dinero y el poder. La única cosa mejor que ser un zorro, es serlo y cuidar de las ovejas.

Lo que está en cuestión es si la reforma de nuestra vida en común debe ser dirigida por gobiernos electos y por gente que rinda cuentas a la gente, o por élites poderosas que dicen conocer nuestro mejor interés. Debemos decidir si, en el nombre de los valores en auge como la eficiencia y la jerarquía,  permitiremos que los propósitos democráticos sean usurpados por actores privados que, a menudo, aspiran de forma genuina a mejorar las cosas y, lo primero es lo primero, protegerse a uno mismo. Si, el gobierno norteamericano es disfuncional ahora mismo y esa es la razón por la que hay que intentar repararlo como nuestra prioridad nacional más urgente. Las soluciones alternativas para nuestras democracias con problemas hacen aún más débiles las democracias. Debemos preguntarnos a nosotros mismos por qué hemos perdido tan fácilmente la fe en los motores del progreso que nos han conducido donde estamos ahora -en los esfuerzos democráticos para proscribir la esclavitud, el trabajo infantil, limitar la jornada laboral, mantener seguros los medicamentos, proteger la negociación colectiva, crear escuelas públicas, combatir la gran depresión, electrificar la américa rural, conectar a todo el país por carretera, perseguir una sociedad sin pobreza, extender los derechos civiles y políticos a las mujeres y afroamericanos y otras minorías, y dar a nuestro conciudadanos salud, seguridad y dignidad en su vejez.

Gran parte de lo que parece requerir reformas en nuestro tiempo es de hecho defender el estado. Cuando miramos los mitos que alientan este malentendido, el camino del cambio genuíno saltará a la vista. Podría ser de nuevo posible que cambiemos el mundo sin el permiso de los poderosos.

https://www.theguardian.com/news/2019/jan/22/the-new-elites-phoney-crusade-to-save-the-world-without-changing-anything

Traducción – Trump and the truth: climate change denial

Trump y la verdad: la negación del cambio climático

Fotografia de Ty Wright / The New York Times / Redux

Fotografia de Ty Wright / The New York Times / Redux

Carolyn Kormann
The New Yorker
13 de octubre de 2016

En los pasados cuatro años, Donald Trump ha declarado en distintas ocasiones que el cambio climático es “un bulo”, “inexistente,” “un problema prefabricado,” una “gran estafa” y “muy muy caro en impuestos.” Durante el primer debate presidencial, al final del pasado mes, Hillary Clinton le acuso inútilmente de creer que el cambio climático es una farsa perpetrada por los chinos. Trump lo negó. “no lo creo, no he dicho tal cosa,” se mofaba. Pero un tweet de 2012, escrito por Donald Trump apenas una semana después de que el huracán Sandy barriera Nueva York y Nueva Jersey, seguía en la red: “el concepto del cambio climático fue creado por los chinos para hacer que la industria de los EEUU no fuese competitiva.”

La teoría de la “farsa china” de Trump ha estado en los medios de comunicación con anterioridad. En enero, Bernie Sanders la mencionó durante el debate de las primarias del Partido Demócrata. A la mañana siguiente, los conductores del programa “Fox & Friends” de Fox News emitieron el clip de video de Trump, apremiándole a responder. “Obviamente, bromeaba”, dijo, tras lo cual añadió, con seriedad “esto se está haciendo para beneficiar a China porque China no hace nada de nada para ayudar al cambio climático.” Su mensaje, perturbador, parecía decir que si China no estaba contribuyendo a un “cambio climático” más lento disminuyendo su crecimiento industrial, entonces américa tampoco debía hacerlo.

Después, en Septiembre, el presidente Obama y el presidente chino Xi Jinping ratificaron formalmente el pacto contra el cambio climático alcanzado el pasado diciembre en París. El acuerdo, firmado por cerca de doscientas naciones, llegó tras dos décadas de intentos de establecer un acuerdo internacional. Prometía mantener el incremento de la temperatura global “por debajo de los 2ºC” o 3,6º Fahrenheit, e “insistir en los esfuerzos para limitar” el aumento a “1,5ºC sobre los niveles preindustriales.” Cómo fuesen a hacer China y los EEUU, que juntos representan el 40% de las emisiones de efecto invernadero, para llevar a cabo sus compromisos es algo que queda por ver -ya que el acuerdo no es legalmente vinculante. Sin embargo, la ratificación del acuerdo por parte de China y EEUU fue ampliamente celebrada como un acontecimiento en el esfuerzo internacional para contener el cambio climático. Trump, por su parte, ha calificado al acuerdo de París como “ridículo” mientras se suscribía, y a prometido “cancelarlo” si es elegido presidente. Según el informe de Sierra Club, si es elegido, Trump podría ser el único líder mundial que niega que el cambio climático -originado por el hombre- esté ocurriendo.

El programa de energía de Trump, que dejó caer en su conversación con May, revertirá en esencia los pasos dados por Obama para reducir las emisiones de carbono y alcanzar los objetivos establecidos en París. (Esto, como muchas otras cosas del discurso de Trump sobre el cambio climático, está perfectamente alineado con las opiniones del Partido Repúblicano.) Trump quiere “rescindir” el Plan de Energía Limpia de la Agencia de Protección Medioambiental, que impondría nuevas y mas exigentes regulaciones sobre las centrales energéticas, especialmente a las térmicas. (el plan está actualmente suspendido por un tribunal federal.) Trump también excavará mucho más en la tierra para explorar y perforar en busca de combustibles fósiles, aprobará inmediatamente los oleoductos de Keystone y “parará todos los pagos de EEUU dedicados a los programas de cambio climático.”

Pero la auténtica bendición del plan energético de Trump ha sido l forma en que le ha permitido contentar a los votantes del país del carbón. El 5 de mayo, en Virginia Occidental, dijo a la multitud en una concentración: “los mineros… en todos los rincones del país, volverán a trabajar de nuevo, creédme. Volverán a estar orgullosos de ser mineros.” Son promesas vacías. A pesar del histórico crecimiento de los Estados Unidos en la producción de carbón en las pasadas tres décadas, el número de trabajos relacionados con la mina ha decrecido continuamente. Las innovaciones en la industria del carbón tienen gran parte de la culpa: la minería a cielo abierto y maquinaria nueva y mas eficiente exigen menos mineros que con métodos más antiguos. La víspera de la concentración de Virginia, Trump dijo a una muchedumbre en Indiana, “vuestra industria minera ha sido aniquilada, y China está extrayendo nuestro carbón”. Esta afirmación, nuevamente, es demagógica, se lea como se lea. Si Trump quiere decir que China está robando el mercado potencial del carbón de los EEUU, está equivocado. China es ahora el mayor importador mundial de carbón. Pero si Trump quiere decir que China es, realmente, físicamente “excavando” nuestro carbón -esto es, importando el carbón americano, esto sería una buena noticia para los mineros. (China importa en la actualidad una pequeña fracción de carbón de los EEUU).

Más recientemente, en Pittsburg, Trump dio un discurso sobre el gas natural y el carbón que se basaba en una premisa totalmente ficticia. “la revolucion del fracking proporcionará un gran crecimiento para América,” dijo. “y terminaremos con la guerra del carbón y la guerra de los mineros.” Juntas, estas dos ideas tienen poco sentido. El boom de la producción de gas natural conseguida mediante avances en la fractura hidráulica, o fracking, a causado mayor demanda de combustibles. El gas natural es un 20 por ciento más barato que el carbón y es dos veces más eficiente.Como dijo al Times el director del programa de economía medioambiental de Harvard Robert N. Stavins, “si la administración Trump quiere ayudar al carbón, podría prohibir el fracking. Pero no puede querer las dos cosas a la vez. (ayudar al carbón y potencial el fracking)”

Sin embargo, el domingo, en el segundo debate presidencial, Trump continuó con su fantasía sobre los combustibles fósiles, proclamando que traerá de vuelta a las compañías mineras y los trabajos. “Hay una cosa llamada carbón limpio,” dijo. “el carbón permanecerá mil años más en este país.” El término “carbón limpio” es esgrimido como una suerte palabra mágica, y Trump parece querer referirse a la posibilidad de capturar el carbón liberadode la quema de carbón en centrales térmicas – un proceso cuya ineficiencia ha sido ampliamente probada, con unos costes prohibitivos.

Trump nunca ha sido tan atento con la minería del carbón como proclama. “Si fuera el hijo de un minero del carbón, hubiese abandonado las dichosas minas,” dijo a Playboy en 1990. “pero mucha gente no tiene imaginación, o lo que sea, para dejar atrás la mina. No tienen (imaginación)” Si visión del cambio climático también ha evolucionado. En 2009, justo antes de una ronda de conversaciones sobre el cambio climático que inició en Copenhage, Trump y tres de sus hijos estaban entre las docenas de líderes del mundo de los negocios que firmaron una carta abierta, publicada a página completa en el Times, que llamaba a Obama y al Congreso a “liderar al mundo con el ejemplo” y “asegurar medidas efectivas y significativas para controlar el cambio climático.”

Hace tres semanas, cientos de científicos americanos, incluyendo a una docena de premios nobel, firmaron una carta abierta diferente, esta vez sobre el carácter irreversible del cambio climático debido a la quema de combustibles fósiles, sin que importen las creencias de políticos como Trump y las decisiones que pueda tomar. “Durante la campaña a las primarias presidenciales, se hicieron llamamientos diciendo que el planeta no se estaba calentando, o que el calentamiento es puramente natural y que se debe a causas ajenas a la acción humana,” reza el comienzo de la carta. “este tipo de declaraciones son inconsistentes con la realidad” Es necesaria una acción urgente para evitar la catástrofe, advertían los científicos.

Pero incluso si Trump perdía en Noviembre, se han presentado adhesiones a los planes y políticas favorables a la lucha contra el cambio climático, aunque serán necesarias medidas adicionales para que las emisiones de carbono alcances los niveles acordados en París. Esta es la conclusión acordada en un artículo publicado el mes pasado en la revista cientñifica Nature Climate Change. Mientras tanto, la compañía noruega de petróleo y gas Statoil, es su más reciente informe sobre las tendencias energéticas, ha añadido un nuevo escenario: una serie de crisis políticas, proteccionismo creciente y la fragmentacion general del sistema político, resultaría en un mundo multipolar avanzando en direcciones opuestas.” En este escenario, el mundo se vuelve cada vez más volátil mientras los votantes nativos apoyan las políticas aislacionistas. La diplomacia inetrnacional falla y los subsecuentes conflictos resultan en mas países que confia únicamente en sus propios recursos energéticos -aunque sea más económico hacerlo de otra forma. Ahora se quema más carbón que nunca antes en la historia. El calentamiento global se acelera, las aguas del mar suben, y el mundo y la civilización tal y como los conocemos pueden desaparecer. Hasta que punto Trump pude parar de hablar de “carbón limpio” es una incógnita.

http://www.newyorker.com/news/news-desk/trump-and-the-truth-climate-change-denial

La relación transatlántica y la nueva gobernanza internacional: retos para la política comercial europea

Benjamin Franklin expone las necesidades de las colonias americanas ante Luis XVI

Benjamin Franklin expone las necesidades de las colonias americanas ante Luis XVI

Benjamin Franklin es, probablemente, el padre de la relación transatlántica en su sentido contemporáneo. Durante la Guerra de la Independencia, viajó a Francia como embajador para solicitar apoyo contra Gran Bretaña y para firmar el primer tratado comercial como contrapartida a la relación que dio origen al conflicto: el pacto colonial y la consigna “No hay impuestos sin representación”. Tras haber descrito el contagio de esas ideas en “el antiguo régimen y la revolución” Alexis de Tocqueville recorrió nuevamente el Atlántico para describir “la democracia en América”, concluyendo un camino de ida y vuelta que sellaría desde entonces una alianza duradera. Tanto es así, que un siglo después de su origen fue celebrada con la construcción de la Estatua de la Libertad en la Bahía de Hudson.

Tal como narra Eric Hobsbawm en su “Historia del siglo XX”, la relación transatlántica ha marcado hitos en la historia de ambas orillas. Tras la primera guerra mundial, el Presidente Wilson y sus 14 puntos marcaron el comienzo de un nuevo orden vinculado a la construcción de la Sociedad de Naciones. Poco después, el Crack del 29 supondría una crisis económica que precipitaría el final de las maltrechas democracias liberales, el miedo a la extensión del comunismo y el nacimiento de los fascismos. La liberación de París fue un aliento en la lucha contra Hitler, y tras ganar la guerra, se firmó en San Francisco la Carta que daría lugar a las Naciones Unidas. Posteriormente, los aliados europeos fueron beneficiarios del Plan Marshall que hizo posible el estado del Bienestar, permitiendo que las Comunidades Europeas implantasen, al otro lado del Atlántico, su propio “New Deal” y construyesen, progresivamente, una Europa ampliada con 28 miembros.

Desde entonces, la relación transatlántica ha sido el motor principal de la globalización, y el germen de las instituciones que la gobiernan. Por eso, tras esta introducción, se dividirá el ensayo en dos partes. En la primera se tratará de caracterizar, en líneas generales, las instituciones de gobernanza económica mundial, la importancia de la relación transatlántica y la política comercial como eje de construcción de la UE. En la segunda parte, trataremos los principales retos y perspectivas del futuro próximo de estas instituciones que se prevén vitales tanto en su dimensión económica como política y social.

Damos paso a la primera parte del ensayo en la, antes que nada, se bosquejará la evolución del comercio internacional a la luz de las instituciones de gobernanza comercial, la relación transatlántica y la construcción de la Unión Europea. Tras la segunda guerra mundial, los EEUU se convirtieron en la mayor potencia industrial y económica del mundo y fomentaron, al amparo de la ONU, la celebración en 1947 del Acuerdo General sobre Aduanas y Comercio (GATT por sus siglas en ingles) con los que dejar atrás al proteccionismo propio de la gran depresión, fomentar el libre comercio y aprovechar su ventaja comercial en el mundo.

Mientras tanto, EEUU sacó adelante el Plan Marshall para ayudar en la reconstrucción de los países europeos devastados y arruinados. Con ello trató, por un lado, de limitar la influencia del comunismo en el continente en el contexto de la guerra fría. Por otro lado, la prosperidad económica en Europa suponía un mercado para sus propios productos. Una lógica semejante se siguió con la construcción europea, o por decirlo con otras palabras, la política comercial tuvo como orientación ideológica y como consecuencia práctica el nacimiento y la ampliación de la Unión.

El Tratado de París de 1951 puso en marcha la Comunidad Económica del Carbón y el Acero (CECA) entre 6 países continentales (Francia, República Democrática Alemana, Italia y el BeNeLux) con el fin de establecer un arancel común para esas materias primas energéticas. De esta forma, a la vez que se conseguía disuadir a los países de fabricar armas sin su conocimiento, se lograban establecer lazos de cooperación y crecimiento.

El Tratado de Roma de 1957 evidencia las consecuencias políticas de los lazos económicos. Con este tratado, que da lugar a la Comunidad Económica Europea (CEE) se pretende crear un mercado libre en general, de bienes, servicios y capitales, implementándose la Política Agraria Común (PAC) y también la Política Comercial Común (PCC) que no ocupa. A partir de entonces, los Tratados de Bruselas de 1965, el Acta Única Europea de 1986 o el Tratado de Maastrich de 1992, demás de hacer progresar en la unión política o judicial, consolidarán el mercado interior y crearán las instituciones para regularlo, siendo la moneda única (el Euro, desde 2002) quizá el más importante.

Mientras tanto, en 1995, el GATT daría paso a la Organización Mundial del Comercio (OMC) modernizando un sistema de reglas de carácter bilateral a una estructura multilateral mucho más amplia por dos motivos. El primero de ellos es que, mediante la Ronda de Uruguay se amplió el objeto de la liberalizaron comercial de las mercancías manufacturas a los bienes del sector primario, los servicios, los capitales, las inversiones y la propiedad intelectual. El segundo motivo es la ampliación, debido a lo que Samuel Huntington llamó “olas democratizadoras”, del conjunto de países participantes. Ese mismo año (1995) la UE y EEUU firman la Nueva Agenda Transatlántica que actualiza los compromisos de los firmantes y su apoyo a la democracia y al libre mercado.

Así, la construcción europea y la propia PCC son armónicas respecto de las relaciones que establece con los acuerdos y organismos internacionales, por un lado, y con Estados Unidos, por otro; dando lugar a un paradigma que John Rawls llamó “liberalismo político” en su libro homónimo, y que se caracteriza por la defensa de la democracia liberal y el liberalismo de mercado. La apertura de los mercados tiene por virtud un mayor flujo comercial que beneficia a todos los participantes, alienta la competitividad y la calidad de los productos al tiempo que se hacen más asequibles para los consumidores con efectos positivos en el nivel de vida de todos.

Por esta razón, el proyecto europeo se concibió como una “máquina de converger” de tal forma que cada vez más países desearon formar parte del mismo. La Unión Europea aprovechó las ventajas que ofrecía su mercado único para presionar (mediante los “criterios de Copenhage”) hacia la democratización y el libre mercado en países que anteriormente estuvieron bajo dictaduras (como España, Portugal en 1986), o países que anteriormente se encontraron bajo la influencia del bloque comunista (como el caso de las ampliaciones de 2004 y 2007, que incluían a más de una decena de estados). No cabe olvidar el caso de muchos otros países que han hecho alcanzar un total de 28 estados miembros (junto con otros candidatos a formar parte de la Unión en el futuro.).

De resultas de todo lo anterior, y desde el punto de vista normativo, el artículo 3 del Tratado de la Unión Europea (TUE) recoge que la PCC es competencia exclusiva de la Unión. El tratado de Funcionamiento de la UE la desarrolla la PCC los artículos 206 y siguientes estableciendo además un sistema de gobernanza económica. El Parlamento y el Consejo Europeos son legisladores ordinarios, la Comisión Europea (ejecuta las decisiones, junto con el Comité de Representantes Permanentes de la UE [COREPER]) y otras instituciones comunitarias (como el Comité de las Regiones) y muy especialmente (en virtud del principio de subsidiariedad) los Parlamentos de los Estados Miembros ganan protagonismo.

Desde el punto de vista cuantitativo, aglutina el 20% de las importaciones y exportaciones (la mitad de las cuales están libres de aranceles, teniendo casi la mitad restante un arancel bajo, de entre el 2 y 5%, y tan sólo una fracción muy pequeña, gravadas con un arancel superior al 10%). Desde el punto de vista sectorial, la UE exporta bienes de equipo (40% del volumen total) y productos químicos (20%) e importa manufacturas y, muy especialmente, energía. Por último, desde el punto de vista cualitativo, supone un eje central de su política exterior, al ser el principal socio comercial de multitud de países. Sin embargo, sus dos socios principales son los EEUU (16% del volumen comercial total) y China (18%).

Pero no debe olvidarse que se extiende de forma preferencial a los países que limitan con la Unión y con aquellos otros que, estando más alejados, se encuentran en vías de desarrollo. La Política de Vecindad, con origen en 2003, trata de reducir barreras comerciales y ofrece la oportunidad de participar en actividades de la Unión (colaboración política, económica, de seguridad, de cultura, en infraestructuras estratégicas, y recibir apoyo técnico y financiero). Por otro lado, mediante el Sistema de Preferencias Generales, la PCC tiene una orientación hacia el desarrollo, permitiendo el acceso de países deprimidos al mercado europeo sin contrapartidas (solo que se cumplan los estandares internacionales en materia de legislación laboral y medioambiental)

Sin embargo, esta máquina de converger se detuvo, y dedicaremos la segunda parte a analizar las causas de ello desde el punto de vista de las instituciones de gobernanza del comercio mundial, desde la perspectiva transatlántica y desde y para la propia Unión Europea.

En primer lugar, en el año 2001 se puso se manifiesto el fracaso de la OMC para extender el consenso atlántico sobre la liberalización del comercio mundial. Los países del llamado grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica: con cifras) formaron un bloque para exigir la liberalización del sector agrario, del que son grandes productores, frente a las medidas proteccionistas de EEUU y la UE (con la PAC) que impiden acceder en libertad al mayor mercado mundial. Progresivamente fue modificándose la agenda original de Doha, fundamentalmente a través de concesiones de la UE, para aproximar las posiciones de los bloques enfrentados. Estas negociaciones, que terminaron en fracaso, evidenciaron la crisis de la OMC como institución de gobernanza económica mundial, crisis que se agravaría más tarde.

A pesar de todo, el crecimiento de los Brics y particularmente de China (nueva potencia economica mundial), ha inducido a EEUU a proyectarse hacia el pacífico, lo que comparativamente ha supuesto que la UE haya dejado de ser un socio preferencial para compartir el protagonismo. Mientras tanto, la relación transatlántica continúa siendo el laboratorio de la gobernanza económica mundial a través de instituciones como el Consejo Económico Transatlántico. EEUU y la UE son sus respectivos socios económicos principales, y entre los dos agrupan al 10% de la población mundial, el 40% del PIB, el 60% del comercio y el 90% de la inversión bursátil, lo que pone de manifiesto su papel hegemónico. Así, ambas economías forman el bloque económico más grande, abierto e interdependiente del mundo.

Esta interdependencia se puso de manifiesto con la peor de sus caras con el inicio de la crisis económica de 2007 en EEUU que, debido a la conexión de la economía transatlántica, se contagió en seguida al continente europeo. Miguel Otero Iglesias, del Real Instituto el Cano, recuerda que mientras Pekín apenas tardó unos meses en poner en marcha un gigantesco plan de estimulo, y los EEUU tardarían un año en sanear y recapitalizar la banca, la UE mostró signos evidentes de mala gobernanza. Se sucedieron desequilibrios importantes que revitalizaron los dilemas de la Europa de las dos velocidades, el déficit democrático y la polarización de las sociedades de los países más afectados, y de éstos con los países del centro.

Es en este sentido en el que Europa vive el auge populista. Al igual que Karl Polanyi estudió la conexión entre la crisis económica del 29 y el nacimiento de los fascismos, Ernesto Laclau sentó doctrina sobre el giro a la izquierda latinoamericano en los años de la crisis de la deuda. En la actualidad, Europa vive un momento populista con una clara carga económica y política, aunque agravada por otros problemas de orden social y cultural.

El consenso y las instituciones de gobernanza económica nacidas tras la segunda guerra mundial están viviendo una crisis con un desarrollo y unas consecuencias inciertas. Tras el miedo al Grexit en 2012, se ha producido el Brexit en 2016 y 2017 será un año clave para países de tanta importancia como Alemania o Francia. El futuro de la Unión Europea como aquella máquina de converger se ha convertido para los populistas en un mal recuerdo del que buscan desprenderse con la salida súbita de la membresía europea. Por otro lado, EEUU ha reaccionado a la crisis y al cuestionamiento de su hegemonía económica con la elección de Trump como presidente, dando un giro de 180 grados a la honda tradicion liberal del país. Si el enlace transatlántico ha siso el motor de la globalización, parecería que, paradójicamente, puede convertirse en su freno.

La UE se enfrenta a desafíos en todas las escalas. Si la PCC fue parte de su atractivo, la Unión Económica y Monetaria (UEM) que le da soporte parece haber puesto en una crisis sin precedente a sus países miembros, hasta el punto de que no parece capaz de difundir como antaño su atractivo. Tanto es así, que incluso sus miembros más eminentes parecen dispuestos a invocar, tras Reino Unido, el artículo 50 TFUE para solicitar a la Comisión Europea la salida voluntaria. Las consecuencias que tendrá el Brexit para la intercambio comercial con la UE dependerá del resultado de unas negociaciones inciertas. En cualquier caso, mientras el periodo de máximo crecimiento y atractivo normativo de la UE se logró a base de reforzar las tres libertades básicas (de circulación de mercancías, capitales y trabajadores) parece que este consenso quedará, en el mejor de los casos, desdibujado (e irreconocible en el peor de ellos).

El Brexit puede considerarse, en orden a sus efectos, simultáneo a la elección de Trump como el 45º presidente de los EEUU. La especial relación entre ambos países, sustentada en una comunión de lengua, historia e intereses, parecen hacer posible que ante un Brexit “limpio” (tal y como reclamó la primer ministra Theresa May), EEUU de preferencia al Reino Unido para negociar un tratado de libre comercio. Así, frente a una lógica multilateral como la que caracterizó al periodo de oro de la globalización, parece que el futuro cercano recobrará relaciones bilaterales (sin descartar la quiebra de las reglas de comercio internacional, lo que sería un retroceso todavía mayor).

EEUU, por su parte, ha decidido retirarse del Tratado TransPacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en ingles) lo que podría dejar vía libre a China como nuevo actor hegemónico de la económica mundial, a pesar de que entró en la OMC en fecha tan reciente como 2011. Además, todo parece indicar que decaerán las negociaciones del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés). Este tratado podría, según estimaciones de la Comisión Europea, reportar un aumento de entre el 0,5 y el 1% de la economía de ambas orillas; pero no sólo eso, sino que revitalizaría la conexión entre EEUU y la UE en un momento en el que no atraviesa su mejor momento.

En conclusión, la UE y su PCC, como herramientas de cohesión económica e influencia política, parecen enfrentarse a una encrucijada. La relación con nuestros aliados y socios tradicionales, nuestras ideas fundantes y atractivos políticos, y hasta el papel solidario con las regiones vecinas y el mundo en desarrollo pueden sufrir un duro golpe. ¿Será este el fin de la era liberal?

Traducción: My new year forecast: Trumpian uncertainty, and lots of it by Joseph Stiglitz

Mi pronóstico de año nuevo: incertidumbre con Trump, y muchas más.

Las políticas que persigue continúan sin conocerse, y no podemos decir nada de su éxito o de las consecuencias que puedan acarrear

Joseph Stiglitz
The guardian

China puede perder más económicamente en una guerra comercial con EEUU, pero Washington pueden perder más políticamente. Fotografía: Greg Baker /AFP/ Getty

China puede perder más económicamente en una guerra comercial con EEUU, pero Washington pueden perder más políticamente. Fotografía: Greg Baker /AFP/ Getty

Cada enero, trato de elaborar un pronóstico para el nuevo año. Las previsiones económicas son especialmente difíciles pero, a pesar de la verdad expresada en el deseo de Harry Truman de un economista de un solo perfil* (aquel que no pudiera decir “por otro lado*”), mi registro ha sido creíble.

En los últimos años, he previsto correctamente que, en ausencia de un estimulo fiscal más fuerte (que no parece próximo en Europa o los Estado Unidos) la recuperación de la gran recesión de 2008 sería lenta. Haciendo esta predicción, he confiado mas en analizar las fuerzas económicas subyacentes que en complejos modelos econométricos.

Por ejemplo, al comienzo de 2016, parecía claro que el déficit en la demanda global agregada que se había manifestado en los últimos años no iban a cambiar drásticamente. Así, pensé que quienes preveían una recuperación fuerte estaban mirando el mundo a través de unas gafas con los cristales tintados de color rosa. La economía se comportó de forma más parecida a como yo la anticipé.

No fue así con los eventos de 2016. He escrito durante años que a menos que el crecimiento de la desigualdad -especialmente en los Estados Unidos, pero también en muchos otros países a lo largo del mundo- fuese tratado, habría consecuencias políticas. Pero la desigualdad continuó empeorando -con chocantes datos mostrando que la esperanza de vida en los estados unidos estaba bajando.

Los resultados fueron prefigurados por un estudio del último año, cuyo autores Anne Case y Angus Deaton, mostraron que la esperanza de vida estaba en declive en grandes segmentos de la población -incluyendo a los así llamados hombres rudos del cinturón industrial.

Pero, con los ingresos del 90% inferior estancados durante casi un tercio de siglo (e incluso bajando para un numero significativo de gente), los datos de salud simplemente confirman que las cosas no están yendo bien para un sector clave del país. Y mientras américa debería estar en el extremo de esta tendencia, las cosas parecen mejores en cualquier otra parte.

Pero, si parecía claro que habría consecuencias políticas, su forma y momento de irrupción no eran tan obvias. ¿Por qué la reacción en los Estados Unidos llegó justo en el momento en que la economía parecía estar en camino de la recuperación, en lugar de hacerlo antes? ¿Y por qué se ha manifestado como una reacción de derechas?

Después de todo, han sido los republicanos los que han bloqueado la asistencia a aquellos que han perdido sus trabajos como consecuencia de la globalización que ellos persiguen. Han sido los republicanos lo que, en 26 estados, rechazaron permitir la ampliación del Medicaid (asistencia médica) y denegaron los seguros de salud a aquellos más vulnerables. ¿Y por qué ha sido el vencedor, que ha hecho un modo de vida de aprovecharse de los demás, admitiendo abiertamente que no pagan sus impuestos y que evaden capitales los que se muestran orgullosos?

Donald Trump personifica el espíritu del momento: las cosas no estaban yendo bien y muchos votantes querían cambio. Ahora lo tendrán: no seguiremos como hasta ahora. Muy pocas veces ha habido tanta incertidumbre. Las políticas que persigue continúan sin conocerse, y no podemos decir nada de su éxito o de las consecuencias que puedan acarrear.

Trump parece empezado en tener una guerra comercial. Pero ¿Cómo responderán China y Mexico? Trump debería comprender que lo que propone viola las reglas de la Organización Mundial del Comercio, pero también debería conocer que llevará mucho tiempo que la OMC tome represalias contra él. Para entonces, la balanza comercial americana quizá se haya estabilizado.

Pero al juego juegan dos partes: China puede emprender acciones similares, y sus reacciones pueden ser más sutiles. Si va a estallar una guerra comercial ¿qué puede ocurrir?

Trump tiene razones para pensar que puede ganar, después de todo, china es mas dependiente de las exportaciones a Estados Unidos de lo que lo es Estados Unidos respecto de China, lo que le confiere una cierta ventaja. Pero una guerra comercial no es un juego de suma cero.

Los Estados Unidos también pueden perder. China puede ser mas efectiva en sus represalias y causar un fuerte daño político. Y los chinos pueden estar en mejor posición para responder a las tentativas de los Estados Unidos de inflingirles perjuicios que lo fuerte que puedan estar los Estados Unidos a la hora de infligir los mismos perjuicios que sufran a consecuencia de China. Nadie sabe quien puede soportar mejor el daño. ¿Serán los Estados Unidos, cuyos ciudadanos normales han sufrido duramente; o China, que, a pesar de atravesar tiempo difíciles, logran arreglárselas para crecer al 6& anual?

De forma más general, la agenda republicana de Trump, cuya bajada de impuestos aún más regresiva que el estándar republicano, está basada en la idea tramposa del crecimiento “por goteo” -una continuación de Reagan- que nunca funcionó. Una retórica incendiaria, o unos tweets delirantes a las 3 de la madrugada, deberían calmar la rabia de aquellos dejados a tras por la revolución de Regan al menos durante un tiempo. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿y qué pasará luego?

Trump, parece abolir las leyes ordinarias de la economía, tal y como demuestra con su versión de vudú de la economía. Pero no puede. De hecho, mientras la economía mas grande del mundo lidere una incursión a territorio desconocido en 2017 y más allá, sería temerario para un simple mortal tratar de hacer una predicción distinta a la obvia: las aguas serán inciertas -si no más- y muchos barcos se hundirán en la travesía.

https://www.theguardian.com/business/2017/jan/09/my-new-year-forecast-trumpian-uncertainty-and-lots-of-it

Traducción: Regicidal republicans

Republicanos regicidas

Los leales al partido están dispuestos a decapitar a políticos con experiencia
19 de septiembre de 2015

republicanos eeuu

Esta es un humillante periodo de elecciones para la gente que piensa que comprende la política americana. Un estado de ánimo más bien avergonzante flotaba en el ambiente del segundo debate republicano a la presidencia del 16 de septiembre, organizado por la librería Reagan en el sur de California. Los estrategas, asesores y periodistas vieron un panorama de quince candidatos variados metiendo la pata o desvelando alguna suerte de sorpresa y, como es habitual en estas ocasiones, elaboraciones tentativas de ganadores y perdedores.

Según las reglas convencionales, la sensación del momento y primero en la línea de choque, Donald Trump, tuvo una jornada incierta. Tras meses subiendo en las encuestas con una mezcla de jactancia, intolerancia y abuso de los rivales -un estilo, “El Donald”, denominado en el debate de la noche como “exageradamente presuntuoso”- que fue derribado por una devastadora Carly Fiorina, una antigua jefa ejecutiva de tecnología cuyas miradas él había despreciado previamente. La señora Fiorina, quien acostumbra a usar un Hewlett-Packard, una marca de ordenadores, aplastó al señor Trump reclamando que él no había tenido intención de insultarla a la ligera: “pienso que las mujeres a lo largo y ancho de este país, escuharon claramente lo que el señor Trump dijo.” El magnate inmobiliario multimillonario se sonrojó con un rojo carmesí y balbuceó que la señora Fiorina era “guapa”.

Jeb Bush, antiguo gobernador de Florida quien fue una vez esperado para dominar el concurso en este punto del ciclo, también tuvo una jornada regular. El señor Bush consiguió un par de tantos, aunque no pudo evitar su hábito de caer en la jerga “wonkish”. Un punto bajo vino durante una larga y emocionante discusión sobre el aborto, cuando el señor Bush (un devoto católico) prometió cortar la financiación federal a las clínicas abortistas restaurando una interpretación de la era Regan sobre presupuestos que él llamo “título X de la financiación HHS”. El senador Marco Rubio de Florida tuvo una buena jornada luchando contra el nativismo desagradable del señor Trump con un emotivo homenaje a un abuelo inmigrante que hablaba español, y usó esa lengua para enseñar al joven Marco a amar América.

Para el público profesional experto y para los periodistas en la sala de prensa donde Lexington echó la tarde, fue más dificil alcanzar un veredicto claro sobre Ben Carson, un pediatra neurocirujano retirado y un severo cristiano conservador, quien está en segundo lugar en muchas encuestas incluso llegando a estar cerca del señor Trump. El estilo del señor Carson es de perfil bajo, hasta el punto de llegar a la somnolencia. No tiene nada de impresionante excepto cuando habla de sus planes de una tarifa de impuestos única (“se trata de América” murmuró adormilado, antes de atacar los impuestos progresivos por “socialistas”).

El problema para los expertos es que las encuestas de opinión han demostrado juicios erróneos una y otra vez en este periodo, como que los votantes republicanos a las elecciones primarias acudían a candidatos cuyos méritos eran difíceles de identificar. Durante varios meses, la llave del misterio parecía descansar en el enfado. Se podría afirmar con confianza que los votantes están más enfadados que nunca con Washingtong y con la clase política. De acuerdo con esta teoría de los votantes republicanos, en 2016 serán un poco más parecidos al Tea Party en los años 2009 y 2010. Detestan con energía a Barack Obama y a los demócratas y desprecian los congresos republicanos por frustrarles, después de controlar la cámara de representantes y el senado, ambos. La rabia está conectada a una sospecha hirviente hacia cualquier promesa hecha por políticos.

Hay algunas evidencias para esta teoría. Las encuestas muestran que la mayoría de los republicanos desdeñan la experiencia política y dicen preferir a un desconodido que conmocione a Washingtong. Gobernadores y Senadores y otros grandes que piensan que ellos han trabajado la manera de cortejar a los conservadores, subrayando sus registros de inquebrantable pureza derechista, encontraron su año en el cargo siendo sostenidos en sus contra (mientras los mismos votantes enojados parecían dispuestos a perdonar al señor Trump cualquier número de rupturas con la ortodoxia conservadora, desde sus donaciones anteriores a los demócratas a sus llamadas para golpear a los jefes de fondos de cobertura con impuestos más altos). La baja confianza es el estado de ánimo entre los votantes republicanos en los aspirantes a la Casa Blanca, que en un esfuerzo por complacerles, han pasado más tiempo atacándose entre sí que denunciando a los demócratas. De pie, en un podio frente al reluciente avión utilizado por Ronald Reagan como el Air Force One, el gobernador Boobby Jindal de Louisiana echó una cañita al aire ignorando los 11 mandamientos de Reagan sobre no hablar jamás mal de los compañeros republicanos y declaró: “yo estoy más enfadado que los republicanos en Washingtong de lo que lo estaría como presidente”. Dado el estado de ánimo actual de su partido, el comentario tenía sentido.

Pero incluso esta teoría necesita ser revisada, ya que mientras que los votantes republicanos estan sumamente enfadados y desconfiados, su rabia es selectiva. El señor Carson no podía ser menos ardiente (aunque su remilgo desaprueba muchas cosas) y sin embargo, está escalando posiciones. Y los mismos activistas conservadores que no creen en el “establishment” están sorprendentemente dispuestos a dar a los candidatos alternativos a Trump, como el señor Carson o Fiorina, el beneficio de la duda. Las encuestas republicanas con frecuentes y-para desesperación de los expertos y verificadores, se encogen de hombros cuando el señor Trump se niega a proporcionar ningún etalle sobre cómo iba a manejar los asuntos exteriores, si llegase a ser presidente: “sabré más cosas sobe los problemas de este mundo”. Tampoco parecen muy exigentes al decirles que el tiempo que la señora Fiorina estuvo en CEO estuvo marcado por la pérdida masiva de empleos tras una fusión fallida. Un cuarto candidato anti-sistema, el senador Ted Cruz de exas, parece capaz de aprovechar este estado de ánimo extrañamente extravagante juagando us credenciales como un rebelde de serie y critica de los líderes del partido en el senado. Los votantes de las primarias republicanas no se encuentran en un estad de ánimo revolucionario a menos que haya un regicida. Ellos piensan que sus gobernantes son corruptos e ineptos, si no unos traidores. Pero están al mismo tiempo dispuestos a desmayarse antes de que nuevos gobernantes prmetan arreglar America en un instante. La credencial clave necesaria para ganar confianza es la falta de experiencia. ¿Decepcionarán esos desconocidos a sus seguidores, lo que provocará una pérdida aún mayor de coonfianza en el público) Probablemente. Este año va a ser un año lleno de baches.

http://www.economist.com/news/united-states/21665014-party-faithful-are-keen-decapitate-politicians-experience-politics-regicidal