Cambio climático y transición energética. Actuación de los poderes públicos, empresas y sociedad civil.


Puede resultar paradójico que en un mundo postindustrial la humanidad enfrente los riesgos derivados de un experimento eminentemente industrial. Pero no lo es. La liberación de cantidades crecientes de energia fósil está relacionado con el mayor crecimiento económico y prosperidad social de la historia. Como consecuencia de la combustión de esa energía, se han liberado enormes cantidades de gases que multiplican el efecto invernadero natural, con lo que el Planeta se ha calentado aceleradamente. La disponibilidad de recursos energéticos abundantes y baratos ha sido clave en el desarrollo económico, pero en la actualidad, con fuentes de energía que escasearán en el futuro próximo (según las estimaciones de reservas probadas y probables) está en juego la sostenibilidad del modelo económico, el bienestar de las personas e incluso la supervivencia.

Y es que el calentamiento induce la fusión de las grandes masas de hielo y el aumento del nivel del mar, cambiando las corrientes oceánicas que regulan el clima de los continentes. Los fenómenos climáticos extremos son sólo su consecuencias más visible, pero no la única. La mitad de la población mundial vive en grandes ciudades susceptibles de ser inundadas. Además, el aumento de las temperaturas aumenta el estrés hídrico, reduce la productividad agraria y aumenta la inseguridad alimentaria. Según ACNUR, tanto los fenómenos catastróficos como la degradación paulatina del medio son ya las principales causas de desplazamientos forzosos que afectan ya a 65 millones de personas en todos los continentes. Si tuvierámos otro planeta al que huir, podríamos comprobar el resultado del experimento y la precisión de las previsiones, pero sólo tenemos uno.

Tras esta introducción, se dividirá el ensayo en dos partes. En la primera se avanzará un enfoque conceptual al problema en el que se tratará el origen, la evolución, y la necesidad de una gobernanza mundial. En la segunda parte se tratrá, en concreto, el papel de los poderes públicos, las empresas y los ciudadanos como partes de la agenda global contra el clima.

Se da paso a la primera parte recordando que, antes de la revolución industrial, las principales fuentes de energía era la tracción humana y animal y la proveniente de la leña y el carbón vegetal. Debido a su escasa eficiencia energética y a la deforestación, el carbón mineral y la máquina de vapor les sustituyeron en Reino Unido. Con posterioridad, la disponibilidad de abundantes fuentes de petróleo cercano, superficial y de alta calidad impulsó el uso del motor de combustión en EEUU hasta que se generalizó tras la Segunda Guerra Mundial. Así, la eficiencia económica y la innovación tecnológica se coordinaron para dar lugar a un conjunto conocido como sociedad industrial, con sus propias estructuras económicas (la fábrica), políticas (los estados nacionales) y sociales (los sindicatos y partidos de masas) muy distintas de las precedentes.

Desde entonces, la energía fósil (especialmente el petróleo) se ha convertido es un recurso estratégico que ha transformado la movilidad (gracias a medios de transporte como los grandes cargueros o los automóviles personales) la fisonomía de las ciudades (el tráfico rodado y el aparcamiento suponen un cerca de un tercio de la superficie urbana) y la vida cotidiana de una buena parte de la población mundial. Pero también ha transformado la geopolítica, que distingue entre dos dependencias del petróleo. En primer lugar están los países productores (como Arabia Saudí, Qatar, Venezuela o Argelia) con economias poco diversificadas en las que la venta del petroleo representa un importante porcentaje del PIB (de entre un 50 y un 80%). Por otro lado, están los países importadores, con economías más diversificadas, intensivas en capital y muy dependendientes de la energía (cuya compra supone cerca del 10% de su PIB). La tensión entre unos países y otros ha provocado crisis económicas (la paradigmática es la crisis de 1973) y políticas (incluso militares). Mientras tanto, con el aumento de consumo total de energía fosil y en el que países en vías de desarrollo como India y China (con enormes poblaciones) aumentan su renta y sus emisiones, el mundo se enfrenta a una crisis ecológica.

Hay dos razones para ello. La primera es que, según Global Footprint Network, la huella ecológica mide la superficie necesaria para la obtención y para ser sumidero de los residuos derivados de su consumo para un nivel de vida dado. Así, teniendo en cuenta la población mundial, descontando los terrenos no productivos y dividiendo el total por el conjunto de la población, se obtienen 1,8 hectáreas por persona. Esta es la huella ecológica máxima por persona para un mundo sostenible. De aquí se deducen tres problemas. El primero es que, según World Wild Foundation, la huella ecológica mundial es de 2,2 ha, con lo que empiezan a escasear recursos clave. En segundo lugar, la distribución de la huella varía mucho entre países: en EEUU, es de 10 hectáreas por persona, en UE es de 5 Ha por persona; mientras que países en vías de desarrollo están muy por debajo de las 1,8Ha . El tercero es que a medida que los paises en desarrollo crecen, crece aún más la huella ecológica global, lo que supone riesgos económicos, políticos, sociales y ecológicos de diverso tipo.

Esto último conecta con la segunda razón. Y es que los países (sus gobiernos, empresas y ciudadanos) tienen incentivos creados para maximizar su consumo de energía. Y es que mayor bienestar ha estado vinculado a mayor consumo energético, y este, a mayores emisiones de gases de efecto invernadero. Esto tiene como consecuencia una nueva versión del tradicional “problema de los comunes”. La formulación del problema surgió poco antes de la revolucion industrial para designar a los prados a los que los campesinos sacaban a pastar a su ganado. Cada uno de ellos miraba sólo por su propio interés, sin reparar en los costes que sus acciones implicaban para otros, y los pastos fueron perdieron capacidad de carga. El principio económico es sencillo: si un país o individuo hace algo que perjudica a otro y no tiene que pagar nada por ello, estamos ante un caso típico de “externalidad negativa.” Por eso es necesario el gobierno, para impedir que las ovejas vayan a pastar vorazmente al pasto común sin control alguno. La solución que se dió al problema al comienzo de la edad industrial fue la privatizacion de los terrenos comunes, dado que los dueños tendrían que prevenir las externalizaciones negativas confinadas dentro de su parcela. Sin embargo, sería dificil hacer lo mismo con las emisiones contaminantes ya que, a pesar de tener un efecto local en las grandes ciudades, se difunden por toda la atmósfera sin distinguir fronteras.

Teniendo esto presente, saltaron las primeras alarmas. En 1972 un conjunto de expertos del MIT elaboró el Infome del Club de Roma adviertiendo sobre “los límites del crecimiento”. En 1987 se firmó de forma multilateral el Protocolo de Montreal para la eliminacion de los gases CFC’s debido al daño que provocaban en la capa de ozono, siendo un éxito. Desde entonces, Naciones Unidas tomó el liderazgo de la agenda en un paradigma de gobernanza mundial que proteja el interés común, con participacion de las partes y que prevenga los riesgos derivados de un problema de dimension mundial. El primer hito fue el Convenio Marco sobre Cambio Climatico de 1992. En el se reconocia el problema y también el compromiso genérico de responsabilidad de los países industrializados. A continuacion se firmó el Protocolo de Kioto en 1997 con los primeros compromisos para reducir las emisiones. Sin embargo, EEUU (el mayor emisor de entonces) no lo ratificó y no hubo sanciones por incumplimiento. Por último, descatamos la Conferencia Internacional sobre el cambio climático celebarada en Paris en 2015.Así, la mayoría de los países se comprometieron a hacer esfuerzos (mediante planes nacionales) para mantener el ascenso de la tempetatura por debajo de los 2ºC (considerado el umbral crítico, superado el cual se producen efectos de embalamiento).

Una vez repasado brevemente el contexto previo del problema, se da paso a la segunda parte, en la que se tratará la situación actual y, en consecuencia el papel de futuro que corresponde a los poderes públicos, las empresas y los ciudadanos en la agenda global contra el clima.

En primer lugar cabe señalar el esfuerzo hecho por la comunidad internacional en la adopción de compromisos por el cambio climático. Tanto es así que, según la Agencia Internacional de la Energía, las emisiones de efecto invernadero se han estabilizado desde 2013 a pesar del crecimiento economico mundial experimentado desde entonces, lo que supone un hito ya que, hasta ahora, crecimiento economico estaba inextricablemente vinculado al aumento de emisiones. Este cambio de tendencia se ha producido por los problemas de salud pública derivados de la contaminacion de grandes centros urbanos, los analisis cientificos que auguran una “encrucijada existencial” para el planeta, y el consiguiente liderazgo global en la descarbonificación económica y sostenibilidad ecológica.

Sin embargo, la retirada unilateral de EEUU del acuerdo del clima de Paris supone un inconveniente. EEUU es lider per cápita en emisiones de efecto invernadero, siendo su economia tan ineficiente en términos ecológicos (emisiones / %PIB) como Madagascar. El país es tan dependiente del petróleo que se ha embarcado en grandes inversiones en fracking para obtener petróleo a pesar de sus bajos rendimientos. Las razones son la protección de sus industrias (especialmente la del acero) y del “american way of life”. En el otro polo se encuentra China, el mayor emisor total. Su ultimo plan quinquenal prevé grandes esfuerzos por lograr crecimientos economicos con emisiones decrecientes, gracias al impulso de la eficiencia energética y las energías renovables, así como el cierre y paralizacion de la construcción de nuevas centrales térmicas. Entre ambos, la Union Europea ha adoptado, dentro de la estrategia Europa 2020, los objetivos de reduccion de 20% de las emisiones, el aumento del 20% de la cuota de energias renovables y aumentar el 20% la eficiencia energética para 2020 mediante distintos planes nacionales de reforma del sector energético. Sin embargo, las evaluaciones del grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático (IPCC), aunque se gestionase a raja tabla el “presupuesto de carbono” de 800 GigaToneladas de Co2 (el equivalente a las emisiones actuales de 20 años), la senda del incremento de temperatura sería de unos 3ºC por los efectos acumulados del pasado.

Y es que la transición energética y la lucha contra el cambio climático implica planificación, proteger los intereses generales, regulaciones económicas, fuertes inversiones y seguridad jurídica que sólo el sector público puede proveer. Su acción debe extenderse a todos los sectores (primario, secundario y terciario) y a todas las escalas, contando con la participación de todos los sectores implicados (económicos y sociales). Desde el punto de vista global, ya se ha hecho referencia a la agenda de Naciones Unidas para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los que el cambio climático es una dimensión transversal. Además, el derecho al medio ambiente ha sido progresivamente reconocido tanto en las constituciones (art 45 CE) como en tratados internacionales (art 37 de la carta europea de derechos fundamentales). Teniendo en cuenta sus compromisos, los poderes públicos tendrán que revisar las políticas energéticas y de lucha contra el cambio climático teniendo en cuenta el trilema energético entre la sostenibilidad ambiental, la asequibilidad economica y la seguridad del suministro.

A nivel nacional, habrán de tomarse decisiones estratégicas sobre la previsión del futuro de la demanda y la oferta energéticas. Dado que se prevé un aumento de la demanda de renovables y un progresivo decrecimiento de la oferta de combustibles fósiles, se ha de aprovechar la oportunidad para lograr mayores cotas de autoabastecimiento mediante energías renovables. Esto exigirá la paralizacion de inversiones en instalaciones de energía no renovable, especialmente del carbón (tanto de su producción en las cuencas mineras como su consumo en centrales térmicas de ciclo combinado). Por otro lado, ha de incentivarse la sustitución de energías más contaminantes como el petróleo por el gas natural. A pesar de ser mas caroy de tener unos productores y distribuidores más caros, produce menos emisiones, siendo el recurso energetico de transición preferido en todos los escenarios. Además, cabe tener la promoción del mercado de emisiones como un instrumento eficaz de cara a lograr los objetivos. Por otro lado, la energía nuclear se fundamenta en un recurso igualmente no renovable, que exige fuertes inversiones del sector público y que, a pesar de ser libre de emisiones, entraña riesgos adicionales. Por ello, en países como Francia, Alemania o España está en curso una moratoria nuclear que impide la apertura de nuevas centrales y que prevé su clausura de forma progresiva para amortizar las inversiones y garantizar la seguridad y asequibilidad del suministro. Por último, respecto de las energías renovables, se espera un gran incremento derivado de su producción masiva y eficiencia creciente, hasta el punto de que se espera que en 2050 el 80% de la energía provenga de estas fuentes. Por ello, la promoción de la investigación y desarrollo en las instalaciones más eficientes así como la implantación de incentivos será, a medio y largo plazo, un paso esencial para una transición exitosa. Debido a las dificultades derivadas de la intermitencia y no almacenaje de la electricidad proveniente de renovables, tambien será importante reforzar la conectividad energética con otros países. Dado que la importación de energía fosil supone una carga importante en el déficit comercial, el ahorro resultado de incrementar el autoabastecimiento puede dedicarse a financiar la investigación y a crear empleo de calidad vinculado a las necesidades ambientales por cubrir.

Debido al alcance de la legislacion nacional sobre las empresas cabe hacer una distincion preliminar. Respecto de las empresas productoras de energía, convendría conocer sus inversiones actuales en recursos no renovables con una doble misión: en primer lugar, evaluar el estado de la cuestion y diseñar incentivos específicos para la transición. En segundo lugar, conocer la exposicion de capitales riesgo que hoy se encuentran sobrevalorados en el mercad energetico pero que podrian depreciarse rápidamente al paso de la transicion a energias renovables. Por otro lado, sobre las empresas muy dependientes de energía, se podrían internalizar sus externalidades negativas, especialmente en industrias estratégicas como el acero o el automovil. Así, mediante mecanismos de mercado, se reduciría progresivamente la subvencion a la electricidad industrial y se incluirían en paralelo impuestos sobre las emisiones. De esta forma se eliminarían barreras a la libre y justa competencia.

A nivel regional, será importante la preservación y fomento de los sumideros naturales de emisiones, es decir, la protección de los bosques y las inversiones de reforestación. La defortestación y la progresiva desertizacion conllevan la erosion del suelo, la perdida de precipitaciones y perdida de productividad agraria. Los incendios son cada vez más frecuentes y destructivos, con un doble riesgo: la liberación a la atmósfera de grandes cantidades de carbón atrapado en los árboles y la desaparicion de un sumidero de emisiones. Para garantizar la suficiencia económica de estas políticas, las regiones con abundantes recursos forestales podrían recibieran transferencias adicionales a modo de “embargo de CO2” por aquellas regiones más contaminantes. Por otro lado, junto con la legislación estatal, se puede estudiar la posibilidad de incrementar o incluir nuevos impuestos especiales sobre los productos contaminantes, desde materias primas energéticas a transportes. Además, el fomento de la investigación deberá estar coordinado con entre administraciones, empresas y universidades.

Por último, a nivel local, el objetivo de sostenibilidad tendrá efectos directos sobre la poblacion de las grandes ciudades, especialmente las más contaminadas. Dada la importancia de la población urbana, la sociedad civil se encuentra en este nivel especialmente concernida. Será necesaria una transicion entre una movilidad basada en los automóviles a otra en la que resulten más atractivos transportes no contaminantes o públicos. El transporte supone el 30% de las emisiones de efecto invernadero y los Planes de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS) están llamados a jugar un papel esencial. Por otro lado, la gestión de basuras también será importante, facilitando el reciclaje y la gestión adecuada de los residuos urbanos, incluso para la producción de otras fuentes de energia. Además, el consumo doméstico de energia es aproximadamente del 30%. Por esta razón, también serán importantes los esfuerzos para promover la eficiencia energética en edificios, cofinanciada con otras administraciones.

En definitiva el desarrollo sostenible, concepto acuñado en el Informe Bruntland de 1987, subraya la necesidad de satisfacer las necesidades actuales, sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras y sólo los poderes públicos, como metagobernadores, puedes tomar medidas vinculantes para que los actores de la sociedad civil (empresas y ciudadanos) se alineen con el escurridizo bienestar general.

Traducción: Giving up beef will reduce carbon footprint more than cars

Renunciar a la carne de vaca reduciría la huella de carbono más que dejar los coches, según los expertos.

Un estudio muestra que la carne roja empequeñece a otras por su impacto ambiental, ya que usa 28 veces más agua y 11 veces más tierra que la carne de cerdo o de pollo.

Damian Carrington
Lunes, 21 de julio de 2014
The Guardian

carne vacaLa producción de carne de vacuno resulta 5 veces más perjudicial para el cambio climático que la de cerdo o pollo.

El impacto medioambiental de la ternera empequeñece el de otras carnes, incluyendo el cerdo y el pollo, según releva un nuevo estudio, con un experto que dice que comer menos carne roja puede ser una mejor forma para que la gente disminuya sus emisiones de carbono, en lugar de renunciar a su coche.

El gran impacto de la producción de carne para el medio ambiente era conocido, pero el estudio muestra una nueva escala y alcance del daño, particularmente por las vacas. La popular carne roja requiere 28 veces más terreno que la producción de cerdo o pollo, 11 veces más agua y con un impacto más de 5 veces superior en lo relativo a emisiones de cambio climático. Cuando se compara con alimentos básicos como la patata, el trigo o el arroz, el impacto de la carne de vaca por caloría es aún más extremo, ya que requiere 160 veces más tierra y produce 11 veces más gases de efecto invernadero.

El sector primario es un importante motor del cambio climático, causando cerca del 15% del total de emisiones, la mitad de las cuales procede del ganado. Además, las enormes cantidades de grano y agua necesarios para la cría de ganado es una preocupación para los expertos, preocupaos por la alimentación de un extra de 2 mil millones de personas en 2050. Pero anteriores llamadas a la gente para que consumiera menos carne en aras a ayudar al medioambiente, o preservar las reservas de cereales, han sido extremadamente controvertidas.

«La gran historia es el dramático impacto que tiene la carne de vaca en comparación con las demás,» dijo el profesor Gidon Eshel, del Bard College en el estado de Nueva York, quien ha dirigo el estudio sobre el impacto de la carne de vacuno. Dijo que retirar los subsidios a la producción de carne sería la forma menos controvertida de reducir su consumo.

«Espero fervientemente que los gobiernos no se inmiscuyan en la dieta de la gente, pero al mismo tiempo hay muchas políticas gubernamentales que favorecen la dieta actual, en la que los animales tienen un papel muy destacado,» dijo. «Retirar las ayudas artificiales concedidas a la industria del ganado y la subida de los precios haría el resto. En este sentido, habría menos intervención estatal en la dieta de la gente, y no más.»

El equipo de Eshel ha analizado cuanta tierra, agua y fertilizantes nitrogenados serían necesarios para criar un ternero y lo comparó con lo requerido por aves de coral, carne de cerdo, huevos y productos lácteos. La carne de vaca tiene un impacto mucho mayor que todos los demás, porque como rumiantes, se alimentan de forma poco eficiente. «Sólo una pequeña fracción de lo consumido por el ganado llega a la sangre, de forma que la inmensa mayoría de la energía se pierde,» dijo Eshel. Alimentando ganado a base de grano en lugar de con hierba exacerba esta ineficiencia, aunque Eshel ha observado que incluso el ganado alimentado con pastos todavía tiene mayores huellas de carbono que otros productos de origen animal. La huella del cordero, raramente consumido en los EEUU, no se consideró en el estudio publicado en las Actas de la Revista de la Academia Nacional de Ciencias.

El profesor Tim Benton, de la Universidad de Leeds, dijo  que un nuevo trabajo esta basado en los datos nacionales de los EEUU, en lugar de en estudios a nivel de finca, y proporciona un mejor panorama de la situación. «Recoge todo el panorama,» dijo, añadiendo que el ganado es la clave de la sostenibilidad de la agricultura global.

«La mayor intervención que puede hacer la gente para reducir su huella de carbono no es abandonar los automóviles, sino reducir significativamente su consumo de carne roja,» dijo Benton. «Otro estudio reciente implica que la mayor intervención para liberar calorías que podrían ser usadas para alimentar a otras personas sería no usar grano para alimentar al ganado en los EEUU.» De todos modos, dijo, el tema es siempre controvertido: «abre una verdadera caja de Pandora.»

El profesor Mark Sutton, del Centro Ecológico e Hidrológico del Reino Unido, dijo: «Los gobiernos deberían considerar atentamente estos mensajes si quieren mejorar la eficiencia de la producción global y reducir los impactos para el medioambiente. Pero el mensaje para el consumir es todavía más fuerte. Es bueno para el medioambiente eliminar un excesivo consumo de carne, especialmente de vaca.»

También dijo: «Los EEUU y la UE están usando por igual gran parte de sus tierras en sistemas de crianza de ganado altamente ineficientes, mientras que las tierras de cultivo de gran calidad se utilizan para hacer crecer alimentos para los animales en lugar para alimentar a las personas.»

Por separado, un segundo estudio sobre los hábitos alimenticios de cientos de miles de personas en Inglaterra muestra que los amantes de la carne producen el doble de emisiones de efecto invernadero que aquellos con dietas vegetarianas.

El estudio sobre las dietas británicas fue dirigido por científicos de la universidad de Oxford que encontraron que las dietas ricas en carne -definidas por contener más de 100 gramos al día- significaban 7,2 kilogramos de dióxido de carbono. Por el contrario, los vegetarianos y aquellos que tenían dietas ricas en pescado causan cerca de 3,8 kilogramos de dióxido de carbono al día, mientras que los veganos tan sólo producen 2,9 kilogramos. El estudio analiza los alimentos ingeridos por 30.000 comedores de carne, 16.000 vegetarianos, 8.000 comedores de pescado y 2.000 veganos.

http://www.theguardian.com/environment/2014/jul/21/giving-up-beef-reduce-carbon-footprint-more-than-cars

Carlos Taibo – Decrecimiento

Los problemas medioambientales que el crecimiento ayudaría a solventar son creados por el mismo crecimiento (…) El crecimiento genera agresiones medioambientales irreversibles, provoca el agotamiento de recursos escasos que no van a estar a disposición de las generaciones venideras y no facilita, o no facilita necesariamente, la cohesión social (…) Tampoco existe, por cierto, ninguna relación certificable entre crecimiento y democracia.

El crecimiento en los países del Norte y a menudo también en los del Sur, propicia el asentamiento de un modo de vida esclavo que hace pensar que cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más se llegue a consumir, mayor será la felicidad. Retratemos la condición de ese modo de vida esclavo de la mano de una anécdota omnipresente en la literatura que contesta las virtudes del crecimiento:

En un pequeño pueblo de la costa mexicana un norteamericano se acerca a un pescador que está a punto de echar una siesta y le pregunta: “¿por qué no dedica usted más tiempo a pescar en la mar?” El mexicano responde que su trabajo cotidiano le permite atender de manera suficiente las necesidades de su familia. El norteamericano pregunta entonces: “¿Qué hace usted el resto del tiempo?” “me levanto tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, echo la siesta con mi mujer, por la tarde quedo con mis amigos, bebemos vino y tocamos la guitarra. Tengo una vida plena.” El norteamericano le interrumpe: “siga mi consejo: dedique más tiempo a la pesca. Con los beneficios, podrá comprar un barco más grande y abrir su propia factoría. Se trasladará a Ciudad de México, y luego a Nueva York, desde donde dirigirá sus negocios”. “¿Y después?”, pregunta el mexicano. “Después su empresa cotizará en bolsa y usted ganará mucho dinero”. “¿Y después?” replica el pescador. “Después podrá jubilarse, vivir en un pequeño pueblo de la costa, levantarse tarde, jugar con sus hijos, pescar un poco, echar la siesta con su mujer y pasar la tarde con los amigos bebiendo vino y tocando la guitarra.”

Pese a las apariencias, en el pasado de trabajaba menos (…) en la edad de piedra el trabajo ocupaba tres o cuatro horas diarias.

Tenemos mucho que aprender de pueblos tildados de primitivos y buscar el aliento que nace de sociedades menos complejas. (…) La vida antes de la domesticación se basaba principalmente en el ocio, la intimidad con la naturaleza, el disfrute de los sentidos, la igualdad sexual y la salud. Ésta fue nuestra naturaleza humana durante dos millones de años.

Philippe Saint-Marc, por su parte, nos invita a imaginar una Francia en la cual hubiese sólo 200.000 parados, en la que la criminalidad presentase niveles cinco veces menores a los de hoy, en la que la hospitalización por enfermedades mentales se redujesen a la tercera parte, en la que los suicidios retrocediesen al 50 por ciento y en la que no se consumieran drogas: pues ésa es la Francia del decenio de 1960 (…) Cuando decimos, en suma, que en los países ricos habría que reducir a la mitad el consumo de energía, pareciera como su estuviésemos reclamando la instauración de formas de vida y economía muy alejadas en el tiempo. Pues no es así: el consumo resultante no sería el propio del imperio romano o de la edad media, sino el característico del decenio de 1960.

Carlos Taibo – En defensa del decrecimiento

Juan Luis Arsuaga – Cómo cocinar nos hizo humanos

En los primates existe una relación inversa entre el tamaño del cerebro y el del estómago. Sorprendentemente, cuanto mayor es el estómago, menor es el cerebro. […] Dado que el cerebro es uno de los órganos más costosos en el metabolismo de los individuos (la economía del cuerpo), un aumento de su volumen sólo sería posible a cambio de la reducción de otro órgano con similar consumo de energía. En relación con su peso, los órganos energéticamente más costosos son el corazón, los riñones, el cerebro y el conjunto formado por el tubo digestivo más el hígado; el cerebro representa el 16 por ciento de la tasa metabólica basal del organismo (el gasto energético, medido por unidad de tiempo, necesario para mantener las funciones vitales de un individuo en reposo), y el tubo digestivo un porcentaje próximo, el 15 por ciento. […] La expansión cerebral que se produjo en el Homo sólo fue posible con un acortamiento del tubo digestivo. […] Hace unos 2,5 millones de años se instalan en los medios abiertos dos tipos de homínidos diferentes. Éste es un momento que muchos autores consideran importante desde el punto de vista del cambio climático, porque se produce un enfriamiento general del planeta que se traduce en el este de África en la definitiva expansión, a costa de los medios forestales cerrados, de las grandes formaciones herbáceas y de las sabanas.  De los dos tipos mencionados de homínidos, uno es el de los parántropos, que adapta su aparato masticador para consumir los productos vegetales duros pero nutritivos de la sabana, de forma parecida a como lo hacen hoy los papiones. Sin embargo, el cerebro de los parántropos no experimenta un grado tan importante de expansión como el del Homo. Habida cuenta de que esto supone un gasto energético extra, sólo caben dos soluciones. Una es la de incrementar la tasa metabólica basal de todo el organismo (el gasto energético global). No es éste el caso, porque los humanos tenemos la tasa que le corresponde a un mamífero de nuestro tamaño. La otra solución es reducir el consumo de otro órgano para equilibrar la economía energética del cuerpo. ¿Cuál será el órgano al que le tocará reducirse? No el corazón, ni los riñones, ni el hígado, que son partes vitales. En cambio, el tubo digestivo puede hacerlo si a cambio se mejora la alimentación, en el sentido de que aumenta la proporción de nutrientes de alta calidad, es decir, de fácil asimilación y gran poder calorífico. ¿Cuáles son estos productos de alta calidad que no formaban parte de la dieta de los parántropos? La respuesta sólo puede ser las grasas y proteínas animales. Los primeros humanos habrían pasado a incorporar una proporción más alta de carne que ningún otro primate, a la que accederían primero como carroñeros y luego cada vez más como cazadores.

No nos encontramos en los humanos con dientes que funcionan como percutores para triturar huesos, ni con piezas que actúan como cuchillas para trocear la carne, porque los instrumentos necesarios para partir los huesos y cortar la piel y la carne son extracorpóreos, y consisten en cantos y en filos de piedras talladas por humanos.(…)La expansión cerebral del Homo sólo pudo hacerse posible a cambio de una variación en la dieta, que a su vez se traduce en la reducción del tamaño del tubo digestivo y, correlativamente, del aparato masticador. Era necesario que nos hiciéramos carnívoros para poder ser inteligentes.(…) Lo curioso del caso es que desde la expansión de la agricultura, la mayor parte de la humanidad se ha sustentado en gran medida de productos vegetales que, aunque cultivados, se parecen bastante en su composición a los que ingerirían los parántropos. La diferencia es que nosotros no molemos las duras semillas de los cereales y leguminosas con los dientes, ni partimos los frutos con cáscara con ellos, sino que desde el Neolítico cocemos las semillas o las convertimos en harina gracias a molinos artificiales. A partir nueces con una piedra aprendimos mucho antes.

Juan Luis Arsuaga – La especie elegida

Marvin Harris – Canibalismo Azteca

La mayoría de las culturas del mundo otorgan un especial valor al consumo de carne o de otros productos animales ricos en grasas y proteínas (…).

Antes de la aparición del Estado, muchas sociedades practicaban el sacrificio humano y consumían ritualmente la totalidad o parte de los cuerpos de los prisioneros de guerra. A falta de medios políticos para imponer tributos y hacer levas de grandes poblaciones, las jefaturas tenían poco interés en conservar la vida de sus enemigos derrotados. No obstante, con la aparición del Estado estas prácticas tendieron a desaparecer. (…) Los territorios conquistados eran incorporados al Estado y la mano de obra de las poblaciones vencidas apropiada mediante impuestos, reclutamientos y contribuciones. De este modo la preservación de la vida de los pueblos derrotados se convirtió en parte esencial del proceso de expansión del Estado.

Los aztecas, sin embargo, fueron una excepción a esta línea general. (…) Aunque ha sido muy criticada, la explicación dada por Michael Harner sobre la religión caníbal sigue siendo la mejor de que se dispone: como consecuencia de milenios de intensificación y crecimiento demográfico, habían desaparecido en las tierras altas de México central las mejores especies animales domesticables. (…) El agotamiento extraordinariamente grave de los recursos animales dificultó que el Estado azteca prohibiera el consumo de la carne humana si quería mantener una política expansionista. El serio agotamiento de los recursos animales hizo que se distribuyera carne humana en mayor medida que carne animal como forma de recompensar la lealtad al trono y el valor en combate. Aún más, haber hecho de los cautivos siervos o esclavos tan sólo habría empeorado la escasez de alimento animal. Había, pues, mucho que perder y poco que ganar prohibiendo el canibalismo.

No se refuta esta teoría demostrando que los aztecas podrían haber obtenido todos sus nutrientes esenciales de insectos, gusanos, algas, cereales, habas y otros alimentos vegetales. La cuestión que se debate es que si una dieta que incluye carne es una fuente más eficiente de proteínas, grasas y energía que otra que no la tenga. (…) En comparación con la carne, los insectos y el alimento vegetal proporcionan un ineficiente suministro de nutrientes esenciales; de ahí que el alto valor que los aztecas otorgaban al consumo de carne humana no fuera simplemente consecuencia de sus creencias religiosas. En vez de comer “pasteles de verdín” y dejar que los cuerpos de sus enemigos se pudrieran en el campo de batalla, regresaban a Technoctitlán con sus prisioneros y comían carne humana.

Mucho más difícil de comprender sería que los aztecas no consumieran carne de sus prisioneros de guerra después de haber empleado tanto esfuerzo en capturarlos y matarlos (…) En la historia de la humanidad, es el tabú contra el canibalismo y no el canibalismo lo que precisa una explicación.

Marvin Harris – Introducción a la antropología general (fragmentos transpuestos).

Claude Lévi-Strauss – Sociedades mecánicas y termodinámicas

Hace unos treinta años, ilustré la diferencia entre las sociedades llamadas “primitivas” y las nuestras mediante una imagen que suscitó muchas criticas, aunque creo que fue así porque se entendió mal. Propuse comprar las sociedades con máquinas de las que sabemos que hay dos tipos: las máquinas mecánicas y las máquinas termodinámicas.

Las primeras utilizan la energía que se les ha suministrado en un principio, Si fueron perfectamente construidas, sin que se produzcan en ellas fricciones y calentamientos, en teoría podrían funcionar indefinidamente. Por el contrario, las máquinas termodinámicas, por ejemplo la máquina de vapor, funcionan sobre una diferencia de temperatura entre la caldera y el condensador; producen más trabajo que las otras, pero al mismo tiempo consumen su energía y la destruyen progresivamente.

Dije entonces que las sociedades que estudian los antropólogos, comparadas con nuestras sociedades modernas, más grandes y complicadas, son un poco como sociedades “frías” en relación con sociedades “calientes”: relojes comparados con máquinas de vapor. Son sociedades que producen poco desorden -los físicos dirían “entropía”- y que tienden a mantenerse indefinidamente en su estado inicial (o lo que ellas imaginan que es su estado inicial); lo cual explica que, vistas desde fuera, parezcan no tener historia.

Nuestras sociedades no solamente consumen un gran número de máquinas termodinámicas; desde el punto de vista de su estructura interna, parecen máquinas de vapor. Es preciso que existan en ellas antagonismos comparables al que se observa en una máquina de vapor, entre la fuente de calor y el órgano de enfriamiento. Nuestras sociedades funcionan sobre una diferencia potencial: la jerarquía social que, a través de la historia, ha adoptado los nombres de “esclavitud”, “servidumbre”, “división de clases”, etcétera. Estas sociedades crean y mantienen en su seno desequilibrios que utilizan para producir a la vez mucho más orden -la civilización industrial-, pero, en el plano de las relaciones entre las personas, mucha más entropía.

Las sociedades que estudian los antropólogos pueden, por tanto, ser consideradas como sistemas de entropía débil, que funcionan cerca del cero absoluto de temperatura histórica. Eso es lo que expresamos cuando decimos que esas sociedades no tienen historia. Las sociedades “con historia”, como las nuestras conocen diferencias más grandes entre sus temperaturas internas, diferencias que son debidas a las desigualdades económicas y sociales.

Una sociedad es a la vez una máquina y el trabajo que alimenta esa máquina. Como máquina de vapor, fabrica entropía; como motor, fabrica orden. Estos dos aspectos -orden y desorden- corresponden a las dos maneras de considerar una civilización: por una parte, la cultura; por otra, la sociedad. La cultura consiste en el conjunto de relaciones que los hombres de una civilización determinada mantienen con el mundo; la sociedad consiste más particularmente en las relaciones que esos mismos hombres mantienen unos con otros. La cultura fabrica orden. En cambio, nuestras sociedades fabrican mucha entropía. Disipan sus fuerzas y se agotan en los conflictos sociales, las luchas políticas y las tensiones psíquicas que suscitan en los individuos.

(…)

Esos que llamamos «primitivos» o pueblos sin historia fabrican poco orden mediante su cultura; por este motivo los calificamos como «pueblos subdesarrollados». En cambio, fabrican muy poca entropía en su sociedad. En suma, estas sociedades son igualitarias. Por el contrario, los civilizados o supuestamente tales fabricamos mucho orden, como lo muestra el maquinismo y las innumerables aplicaciones de la ciencia, pero fabricamos también mucha entropía.

El ideal estaría, sin duda, en una tercera vía: la que llevaría a fabricar siempre más orden en una cultura sin que hubiera que pagarlo con un aumento de entropía en la sociedad. En otras palabras, como precognizaba el conde de Saint-Simon en Francia a principios del siglo XIX, saber pasar «del gobierno de los hombres a la administración de las cosas.»

Claude Lévi-Strauss – La antropología ante los problemas del mundo moderno.